3. Madriz

Un post por Pietrus el October 21, 2015 - 0 minute read

¡Uooooh!

¡Blaind Gardian en concierto! ¿Vamos? ¡Vamos!

Y allá que me fui a los madriles a ver un conciertazo que tenía pendiente desde que escuché “Somewhere far beyond”. Concierto Domingo, llegada sábado, pues… ¡FIESTA!

Y vamos el rollo de siempre, salir un poquito, con cuidado de no pasarse, que mañana hay que estar a tope en el concierto…

“¿Cómo dices que se llama esto? ¿Yayos? Pues está bueno ¿eh?, ¡Póngame otro buen señor!”

A partir de ahí empieza el ligero desenfoque. Menos mal que teníamos una muchacha que nos guiaba en aquella ciudad del pecado, y a esas alturas de la noche me fiaba de su criterio. Fue una ruta rara, intentaré hacer memoria. Tras los buenos yayos y sus ricas tapas, fuimos a una especie de chupitería, donde sin duda lo mejor que había era un vestidito de R2D2 encajado de alguna forma en una tipa morena. También había un reto de un casco raro, no apto para insubordinados como mi buen amigo T… T-rex creo que le llama, en el que te ponían un casco militar y te gritaban a la cara, maravilloso todo, según me contaron lo más fuerte del chupito eran los salivazos que caían en el vaso del tipo que gritaba. Bien. Diversión. De ahí pasamos a otro lugar que a primera vista parece un típico local pijo, pero al adentrarte poco a poco, sobre todo al entrar en los baños, te percatabas de lo chungo que era todo. Tenía un rollo entre el Korova de la naranja mecánica y un teatro con largas cortinas (o así lo recuerdo). Allí descubrimos que si te hacías una foto bebiendo y ponías un hastag ¡te pagaban la copa! ¡Pues ya está!

#FotoMonguer #QueMePaganLaBebida #EchaléMásTacaño

¡Todos los que hicieran falta! Y creo que a partir de ahí empecé a tener efecto túnel pero sin llegar a conducir, creo recordar que volvimos a la chupitería del casco, y no sé si llegamos a entrar en otro lugar, pero lo importante es que todo estaba cerrando y nuestra guía conocía un sitio que no cerraba, muy rockero, con alcohol barato… ¡No digas máh y vamoh pa’lla’!

En ese momento ya no debería haberme fiado del criterio de nuestra guía. Encima, ¡el lugar al que nos llevaba estaba lejísimos! Tanto es así que tuvimos que coger un tren subterráneo mágico y en tres paradas o más me vi en Egipto (Pirámides: es un intercambiador de transporte situado, pese a lo que su nombre sugiere, bajo el Paseo de las Acacias de Madrid, en las proximidades de la glorieta de Pirámides y el Estadio Vicente Calderón). Y en ese momento es cuando nuestra guía dejo de fiarse de mí, en general, de todo mi ser. El caso es que tras sinuosas calles, tras girar y girar esquinas llegamos a nuestro destino. Nada más abrir la puerta pensé que saldría Bertín Osborne a presentar noche de estrellas, ¡Un garito con humo! Debido a mi edad, eso lo recuerdo como un viejo sueño. Que se permitiera fumar es lo de menos, aquel lugar era el antro más típico español que te puedes topar, y los personajes que allí habitaban eran dignos de estudio y TFG en cualquier carrera de ciencias sociales. Según me contaron, tenían un cuadro a lo Franco en dictadura, pero de Rosendo. Mis ánimos, se vieron contagiados por aquel ambiente tan de borrachos a las cinco de la madrugada. Bueno, no era momento de caer, había que demostrar mi maestría jugando al futbolín. Mi compañero hizo lo que pudo el pobre, no le puedo decir nada, no estaba a mi altura, también había que decir que jugaban tres personas contra él.

Y en algún momento de la madrugada mis barreras cayeron, y mi mente permitió la entrada a pensamientos funestos. Abandoné el lugar y pensé en darme una vuelta (corriendo), pero tuve la suficiente sensatez de quedarme mirando una bonita baldosa de piedra. T-rex volvió a por mí, me introdujo de nuevo en aquel sórdido local y creo que compartimos (sin mi consentimiento) una pequeña jarra de un litro de cerveza. La noche tocaba a su fin y había que regresar a la pensión, de aquí recuerdo menos que nada, ahora sé que el taxista estaba loco, pero eso en Madrid es de lo más normal. Al llegar a la pensión donde nos alojábamos, pensión Mollo, que graciosamente me recordó a Mojoyoyo, antes de entrar vi un árbol con falta de agua y nitratos, lo regué y le puse abono, como los pájaros, de mi boca directamente. Subí las escaleras con una agilidad pasmosa, como un ninja, o no… creo que no… es más, casi me meto unas cuantas hostias interesantes. Creo que había una tipa vigilando las habitaciones, recuerdo un culo bastante enorme. Dentro de la habitación las arcadas volvieron, subieron como si me imitaran al subir las escaleras, atropelladamente. Y dado que no me apetecía salir al baño compartido de la pensión, hice lo propio en un pequeño lavabo de manos que (un poco sin más) había en la habitación. Aquello no tragaba mis espesos efluvios, y de pronto se me ocurrió una genial idea, recordé mis años de niñez en y lo divertido que era hacer remolinos en los lavabos con los dedos. T-Rex me miraba, se reía, lloraba, no sé qué hacia la verdad, todo estaría justificado en ese momento, pero conseguí mi propósito y aquello desapareció.

Y me rendí por aquella noche.